Un resurgir.
Entre las aguas lodosas, entre las
corrientes adversas. Luchando contra aquellos que buscan destruirla y
alimentarse de ella, crea una fortaleza que la mantiene intacta y
guerrera, que le permite emerger desde las profundas aguas para
crearse, para surgir y resurgir. Para instaurar una simbiosis junto a
lo nocivo y dañino que transformará para permitirle nutrirse y
extender su belleza. Para engendrar semillas casi inmortales, de los
que serán futuros luchadores.
Somos nosotros quienes decidimos el uso
que vamos a darle a cada uno de los acontecimientos que vivimos, como
la combatiente rosa del Nilo, capaz de canalizar cada uno de los
aspectos negativos que le llevan a la creación de una fortificación
y así convierte cada señal adversa en un punto a favor, que le
aporta alimento, que le ayuda a crecer.
Todas y cada una de nuestras vivencias
nos aportan sustento, sustento que nutrirá nuestra semilla. Dejemos
que germine en mil reflejos positivos haciéndonos espectaculares,
fuertes, bellos.