Queridos duendecillos que se cuelan en mi subconsciente; venid, os contaré la historia, pero no se la mencionéis a ninguna criatura del bosque, a ninguna.
No soy un elfo inmortal, no poseo poderes mágicos; os he estado mintiendo durante todos estos años. Nunca fui tan fuerte como un gigante ni tan astuta como un gnomo, nunca fui tan atractiva e hipnótica como las sirenas. Sin embrago, siempre me gustó fantasear con tener una coraza de hierro, una mente ingeniosa, una cola de pez. Quise vivir en tiempos de hadas, formar parte de una leyenda; rodearme de magia.
Pero nada de todo aquello era real, nunca llegaré a vivir en un mundo de fantasía.
Solo soy humana, mortal y no poseo siquiera polvo de hadas pero, sin embargo, sabéis que me admiráis. ¿Por qué? Porque no soy inmortal, porque cada instante nuestro podría ser el último, todo es más hermoso porque hay un final, cada segundo es único y no volverá a repetirse. Porque no poseo fuerza e inteligencia de una forma innata, todo lo que soy es proyecto de mis vivencias. Mi agilidad y astucia han sido adquiridas con el tiempo, con mis victorias y mis derrotas. He sido yo la que se ha ganado llegar a ser lo que soy ahora. Y no me rindo, me he demostrado que no necesito hechizos para alcanzar mis metas; solo yo pongo mis propios limites.
(y puedo con todo)
